Trauma social y colectivo

Abrimos la reflexión a pensar en los «duelos gestacionales/perinatales» como procesos emocionales donde se dificulta y de algún modo fracasa el proceso de elaboración de la pérdida.

La razón fundamental es que son duelos desautorizados, silenciados e invisibilizados por la sociedad en su conjunto.

Fundamentalmente desconocidos, no reconocidos y negados por el paradigma ideológico valorativo imperante, por el modelo biomédico hegemónico, y por las ciencias sociales.

Pensamos en este tipo de duelos desde la configuración del trauma, es decir aquella experiencia tan abrumadora que desborda, supera, colapsa la capacidad de procesamiento del psiquismo. No sólo por lo que representa la muerte de un hijo, sino por las condiciones en que sucede.

De acuerdo a la psicóloga española Alba Payás, todos los duelos son traumáticos. En psicoterapia se habla de trauma cuando hay desbordamiento, cuando fallan los mecanismos de autoregulación.

Así mismo, fundamentamos que el duelo no es ni un trastorno ni una enfermedad. Lo que deriva en la imposibilidad de tramitarlo, es la falta de validación social, lo que lamentablemente puede llevar a configurar un cuadro psicopatológico denominado por la psiquiatría “trastorno de estrés post-traumático”.

Nos preguntamos cómo se realiza el proceso de duelo, si es «invisibilizado», “desautorizado”, un dolor que no puede ser nombrado, innominado.

Evidentemente, si no tiene la forma de ser «reconocido», no puede ser tramitado, procesado, elaborado, ni simbolizado…

Para Freud y el pensamiento psicoanalítico por trauma se define como aquello que no puede ser puesto en palabras. Se los denomina “las muertes no inscriptas”, se convierten en duelos interrumpidos, congelados. Lo que no cesa de «no inscribir», que pulsa desde lo inconsciente por ser inscripto.

A nivel colectivo es un núcleo de dolor «no tramitado», en cuanto al “procesamiento de la experiencia” que quedó interrumpida por siglos en la historia de la humanidad.

Un dolor innombrable… del que derivan procesos emocionales encapsulados, encriptados, interrumpidos, enterrados, que trabajan como tumores silenciosos a lo largo del tiempo, desde lo inconsciente en cada mujer, y desde el inconsciente familiar, social, colectivo.

Nuestra tarea como acompañantes en duelo será ayudar a “reconocer” y validar la experiencia. La subjetivación del procesamiento, ayudar a expresar, poner en palabras, relatar, narrar, retomar el momento del suceso, abrirse, pemitir reconocer el dolor, el vacío, la secuencia desencadenante de los sucesos que acompañaron la experiencia de la detención del embarazo.  

Retomando desde allí el procesamiento de la experiencia, acompañar a re-significar, liberar la represión y los mecanismos de defensa, para dar lugar a la palabra, a la representación, fundamentalmente a liberar la emoción primaria, el dolor más profundo.

En síntesis, a una corriente de energía que había quedado interrumpida, tomada, capturada bajo la represión como mecanismo propio de este paradigma ideológico hegemónico de la ciencia y de la cultura.

La muerte intrauterina como trauma social representa un quantum energético detenido en el inconsciente colectivo Quizás cuando este dolor sea visto, reconocido y respetado, posibilite reconectar la pulsión de vida, al servicio de restablecer esa corriente de amor, que es pura fuerza vital.

Necesitamos como sociedad, re abrir la sensibilidad, despertar la conciencia, humanizarnos , recuperar la memoria, sostener la memoria activa. Hay un enorme potencial, que es un motor evolutivo de sanación disponible para la humanidad.

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