“Cuándo en una familia surge un buscador es porque esta encarna del deseo de todo el clan de salir de las repeticiones y lo conocido hacia adelante.”
Alejandro Jodorowsky
“Para desplegar las alas debemos reconocer y profundizar nuestras raíces, la ancestralidad es nuestro territorio, la tierra madre del origen.”
María Andrea García Medina.
La primera premisa es que ninguno de nosotros está únicamente determinado por el primer triángulo, los que representan las figuras materna, paterna y bebé, sino por una confluencia de sobredeterminaciones que llegan de todo nuestro árbol genealógico, nuestro sistema familiar está conformado por herencias de incontables generaciones.
Estas investigaciones postulan que sólo tenemos la posibilidad de conquistar nuestra libertad y salir del destino transgeneracional repetitivo, si comprendemos los complejos lazos que se han tejido en nuestros sistemas familiares, y revelamos los dramas que fueron llevados en secreto. Aquellas palabras que no se dijeron y los duelos inacabados.
Todos venimos de dos linajes, 2 padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, 14 ancestros en 100 años, portamos esas memorias del sistema familiar.
El mismo Freud hablaba del “alma colectiva” en Tótem y Tabú y Carl Jung hablaba de inconsciente colectivo.
- Los duelos gestacionales y perinatales al ser duelos desautorizados, tabúes, vividos en clandestinidad, corren la misma lógica que los secretos familiares.
Es decir “de lo que no se habla porque está prohibido”, la lógica del secreto lleva consigo la condena sobre la palabra, y la obediencia de todos. Es como si la estabilidad o la dignidad del sistema familiar dependiera de seguir manteniendo el silencio. Todos perpetúan la complicidad del silencio, aún sin saberlo. Lo que es secreto, lo clandestino, lo que fue excluido, remite a dinámicas de exclusiones, que genera nuevas exclusiones.
Lo que ha sido desautorizado, sigue la misma lógica del secreto, se calla sin saber que se calla, producto del silenciamiento en obediencia a la moral del sistema. Lo que ha sido invisibilizado, naturalizado, lo “no dicho por el bien de todos”, lo que no se puede olvidar, pero tampoco recordar, lo “excluido», lo “no representado”, lo «no reconocido», lo «no integrado», lo “no simbolizado”, en tanto no posible de ser tramitado, procesado ni elaborado, queda “intermitente”, “en pausa” y se manifiesta en forma de repetición inercial inconsciente de generación en generación.
La muerte temprana de los hijos, por hambre, por enfermedades, epidemias, por guerras, por ignorancia, por abortos silenciados, accidentes, las mujeres que murieron en el parto, son situaciones que pueden replicar en las siguientes generaciones. Son la expresión de los duelos no resueltos. Son eventos traumáticos y miembros de la familia que quedaron en el olvido y se convierten en lo “excluido” o las “exclusiones”. La doble muerte, la muerte biológica y la muerte simbólica, la del olvido.
Las exclusiones de un miembro de la familia (por lo dramático que motivó que se lo “olvide”, ya que su recuerdo sería insoportable) deberá repararse en una generación futura a través de un nuevo miembro que represente al excluido aun sin saberlo-, repitiendo su conducta o parte de su destino. Ese nuevo miembro repetirá tareas interrumpidas del ancestro con el que está inconscientemente identificado.
“De acuerdo a la Ley de Pertenencia, todos los miembros del sistema tienen igual derecho de pertenecer, por lo tanto, los mortinatos también deben tener su lugar en la familia, aunque no hayan llegado a nacer, o si han fallecido tempranamente.
Si los padres les dan ese lugar como miembros, liberan al hijo fallecido, y a sus hijos vivos de tener que sufrir en nombre de sus hermanos excluidos. Y también liberan a las futuras generaciones.
Esto sucede porque toda exclusión es contraria al amor. Al incluir y reconocer lo que forma parte, se logra la paz, y el amor vuelve a fluir.” Bert Hellinger.
Te comparto mi ponencia del Congreso.