Solo la mujer que atraviesa esta situación, sus circunstancias, y condiciones de vida sabe la complejidad, la encrucijada existencial, el tipo bisagra, que produce un antes y un después en su existencia. Jamás vamos a saber lo que sufre una mujer en esa situación, si no nos ha tocado vivir la experiencia. En cuanto a lo más íntimo, hondo e intransferible de la experiencia.
Paradójicamente, hay un “colectivo” de conciencia femenina, de mujeres que atraviesan esta situación de duelo gestacional. Este tiempo histórico de protagonismo de las mujeres nos invita a salir del aislamiento, de lo vivido como absolutamente “propio” hacia la conciencia de que somos todas las mujeres las que hemos atravesado algún aspecto de esta experiencia.
Es nuestra vivencia, es nuestro cuerpo, si no ha sido el tuyo o el mío, ha sido el de nuestras madres, hermanas, abuelas, amigas. Por ende, es una experiencia de las mujeres, donde se encuentran memorias de dolor, en ese reservorio del inconsciente colectivo femenino.
En síntesis, propongo el respeto por la “singularidad” de cada experiencia en particular, sabiendo a su vez, que en un plano mayor, en la trama colectiva, es un dolor de “todas”, es una experiencia femenina de la condición humana universal.