La necesidad de saber.
Cuando las madres, los padres, las familias en duelo llegan a la consulta, el eje central del motivo de consulta es la necesidad de saber. La necesidad de saber, la necesidad de respuestas, la necesidad de tener una explicación, de entender, de encontrar las causas, los motivos, los porqué, el porqué a mi, el porqué a nosotros, interrogantes que pulsan en la demanda, aunque no sean explicitados abiertamente.
La dimensión de la encrucijada existencial, del drama que atraviesa esta familia es de tal envergadura, no sólo se les ha muerto un hijo, quizás estuvo en riesgo la vida de la mujer, y está en riesgo todo su sistema de creencias, que desborda en muchos casos nuestra disponibilidad para con esa familia.
Necesidad de saber y de entender acrecentada también por el estado de schock , de conmoción , por el vacío ante la pérdida, por la falta de información y por la violencia con la que fueron tratados en el sistema sanitario.
En algunos casos, los tantos estudios diagnósticos posteriores a la pérdida, llegan a algunas respuestas, algunas que obturan, otras que abren. Que obturan el procesamiento simbólico interno de esa búsqueda que debería permanecer abierta.
Que también alivia, porque tanta incertidumbre, sumada al dolor de la muerte de un hijo, puede llegar a ser algo más allá de lo soportable, en ese momento, para esa mujer y esa familia, en la complejidad de una sumatoria de duelos.
Acá me voy a detener, mi pregunta central es cómo nos interpela esta demanda, este nivel de demanda, donde además lo que algunos padres confiesan, que lo único que calmaría semejante dolor es que se les devuelva ese hijo con vida.
Nuestro mayor desafío es afrontar nosotros este primer duelo como profesionales de la salud, el duelo mayor de todos, es el duelo de saber que no hay respuestas, que no contamos con las respuestas, al menos con todas, ni con las que se nos requieren en un momento dado.
El desafío mayor es el de trabajar con este primer duelo, conectar con la falta de respuestas, con la propia angustia, con el propio dolor, con lo que sea que aparezca.
Y con cada caso, en cada consulta, en cada acompañamiento atravesaremos un desierto, el desierto del propio “no saber”. Probablemente se irá dando una dinámica, una alternancia entre lo que obtura y lo que abre en el movimiento del no saber, hacia el abrir nuevos espacios guiados por la ética del cuidado y del respeto.
Indagar de entrada cuáles son las expectativas en la primera consulta. Y con humildad y honestidad diseñar un encuadre de trabajo en común con criterio de realidad, de modo de respetar las necesidades del consultante, y respetar nuestras posibilidades desde el rol de acompañantes.
Desde un encuadre de respeto, empatía, validación, cuidado y resonancia emocional.
María Andrea García Medina
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